lunes, 27 de agosto de 2012

La Narración es (Idea en construcción)


La narrativa es un camino entre puntos clave, el intermedio flota agazapado, listo para atacar y salta en los pequeños clímax que son su propósito. La historia es una bestia rapaz, en ese momento que todos esperamos, pero del que nadie está seguro, nos cae encima, nos muerde el cuello y nos chupa el alma. La fuerza vital se funde con el espíritu de la obra, puesta en escena y de repente somos catarsis y mimesis, seres históricos que no comprenden su posición por ser parte del flujo imparable de la narración. Nuestro cuerpo vibra en los hilos del mundo, nuestros pies se echan a andar como lenguaje que escribe en el suelo también vibrante; el piso son las ideas, nuestro baile ideología oculta que se descubre solo en el ojo ajeno. Aunque los movimientos no tengan nombre hoy lo tendrán mañana, asi como fueron bautizados ayer en nombre de la estructura fundamental. Y aun así, innombrables, son intermedio agazapado hasta que en ese momento que todos esperamos pero del que nadie sabe nada, mueves tu mano, tus ojos, tus pies, aprietas tus labios de una manera brutal y te has hecho clímax en la historia.


Isabel en la Historia



Isabel llega, Isabel sonríe, Isabel se va y yo me voy y ella no vuelve y yo tampoco, todo está lejos, todo está igual. Isabel en la historia, el tiempo este, lucha y pugna de la época contra la contemporaneidad. Me ha llamado categoría, yo observo y digo la explosión está por llegar, todo estalla en la ventana con un pie en la ciudad y el otro bien puesto en la cama. El pie virtual es volátil, la vida es ajena, duele no tocar, mirar y sonreír a la mitad. Isabel está al frente con los pies en la tierra y los ojos en el aire, Isabel idea, Isabel alcanza.

Isabel, dime y dice: mi nombre es este, ya lo escribiste, usted es Carlos, Carlos, mire, usted está sentado y mi paso ha dejado huella en el mundo. Es el discurso de los muertos, el que se va queda y mira y toca allá, al otro lado.




sábado, 25 de agosto de 2012

La Mañana Siguiente




Acabábamos de dormirnos con el peso de toda la noche en los ojos y el sol en la cara. Traíamos el olor de la calle con el sabor de una conversación interminable, un resistir el cansancio con impaciencia, sobrevivir a la madrugada y ya no decir mucho, escuchar música y sentir asombro. Así fue que resolvimos terminar el día, dejar a los otros dormir en paz, cerrar las cortinas y buscar la cama: esta es la tuya – allá está la mía – está haciendo frío, tengo sed. Me quedé en el borde de tu cama, las paredes estaban café del sol empujando la tela en la ventana y tu ya tan acostada, mirándome, con la pregunta simple y la respuesta evasiva porque claro que tenías sueño y yo debía irme a dormir pero estaba ahí sentado, como aplastado por una inercia que me alejaba de la puerta. Hice un ademán de despertarme y tú levantaste las cobijas.

Acabábamos de dormirnos con el peso de toda la noche en los ojos y el sol en la cara, pero el sueño lo teníamos en los párpados, en un más allá. Más acá estábamos nosotros, atrapados en un beso sin principio que me arrastra y me hunde más en el sueño. En ciertos instantes me pregunto cuál es tu nombre y se me viene la imagen de una mujer desconocida, un remolino de preguntas y de labios y de manos y de pies que se rozan con un cariño que nos es ajeno. Y a quien besas no soy yo aunque lo soy cuando me empujas fuera de ti y de nuevo duermes cuando me atraes con las piernas. Me resistí a despertar, me gustaba tu boca y el sabor de tu cuello y tu piel, el sonido de tu respiración en mi pelo y la metáfora de tu cuerpo en mis manos. Estaba lejos, muy lejos, en la noche, caminando empapado por una llovizna invisible y asesina con el cigarrillo apagado en la boca. Así están las calles, abarrotadas de amigos que se buscan y sus palabras vacías yéndose con el agua por el caño. Tanta era la tensión que no había otra opción, me preguntaba si en la habitación contigua estaría ocurriendo lo mismo, si estarían caminando en medio de la noche, tomados de la mano con el sol en la cara. 

Allí estaba, besando tus senos en la acera con un loop maravilloso de música rebotándome en los oídos, desde adentro. Ya estaba despierto y de repente tú también, espera, espera. Era de día, acabábamos de dormirnos con el peso de toda la noche en los ojos y el sol en la cara. Vi tus ojos y recordé tu nombre, recordé el mío y una ironía electrizante resbaló hasta la punta de los pies, debiste sentirla. No puedo hacer esto, dijiste con la voz limpia de gravedad, no puedo. De soslayo vi la puerta y la habitación de junto me pareció tan lejana, no sé en qué momento pasó esto, dijiste, estaba dormida. Yo lo sé y sé cuando pasó, era de noche. Y ahora bien, acércate otra vez, hagamos gala de este cariño prestado al menos mientras dormimos.