Ya pasaron
quince minutos. La secretaria revisa su infinidad de papeles revueltos en
carpetas de colores. No parece estar pensando en nada, solo revuelve en un
desorden sistemático, como una máquina. Por mi parte, solo me pregunto qué tipo
de sujetador puede usar una mujer con tal carga por sostener. Tal vez utilice
un corrector de espalda o algo similar, es realmente sorprendente. Esa debe ser
la razón por la cual los papeles sobre su escritorio resultan inidentificables, las fechas deben ocultarse bajo sus enormes senos. Una vez que crea haber
resuelto el orden de los documentos se topa con aquel olvidado recibo oculto
bajo lo que debe ser su pezón izquierdo. Debe ser difícil lidiar con aquella
voluptuosidad a los cincuenta y tantos. He llegado a pensar que una mujer arquetípica
puede resumir las características de cada edad. Esta voluptuosa mujer podría decirnos
mucho de la modernidad; llena de exuberancias, desesperada, desordenada,
confundida, con unas tetas tan grandes que podrían alimentar a todo un mundo,
sin embargo, están destinadas a aquellos pocos que puedan entenderla.
Pensándolo bien, su edad le da un punto extra a la caracterización de la era a
la que pertenece. Parece muy atareada para ser solo una secretaria. ¿Para qué
quiere un rector a una secretaria? Tenemos una desenfrenada intención de
despertar temprano para descubrir que no tenemos nada que hacer… Los
horarios no deberían existir. Llega a ser molesta la necesidad de medirlo todo,
desde los días hasta el sujetador de una secretaria. Ya pasaron veinte minutos…
¿en que estaba? Ya llevo mucho tiempo esperando, teniendo en cuenta que solo
estoy aquí para esperar.
La puerta
cerrada no me da muchas esperanzas. El rector siempre esta encerrado, no tiene
una fama muy honrosa que digamos. He escuchado en varias ocasiones decir que
hace arreglos para reducir los costos de la matricula. Institucionalmente lo
llaman beca solidaria, popularmente lo llaman prostitución. Nunca he visto que
esa puerta se abra y Martínez esté solo.
Según lo usual entra la madre de familia cuyo hijo aplica a la beca, cierran la
puerta y es todo: silencio absoluto. Media hora después de “papeleo”
exhaustivo, la puerta se abre, la mujer sale y Martínez, que la acompaña hasta
la puerta la toma de la mano y dice “tranquila, señora, después de este
profundo análisis estoy seguro de que podré hacer algo”, la mujer agradece y
se va. Lo he visto continuamente. Nunca me ha parecido un tipo sospechoso,
siempre con esa sonrisa descansada. No puedo imaginar de dónde más puede
provenir ese gesto si no es de su victoria incógnita. Cuando llegué la puerta
estaba cerrada, así que siendo muy pesimista, diría que llevaba cinco minutos.
Es extraño que seamos tan fanáticos de los múltiplos de cinco. Por supuesto,
nunca va a ser preferido ante el diez ni mucho menos ante el dos que es
definitiva y unánimemente el preferido de todos los números. Sin embargo, el tiempo
es la excepción. Jamás diríamos que es la una y dos minutos, preferiríamos
decir, sencillamente, que es la una. Tampoco son las once y trece minutos, son
casi obligatoriamente, las once y quince (o –y cuarto en su defecto) No es nada
difícil decir la hora exacta, aunque si es difícil entender por qué Martínez
tarda treinta minutos exactos. No imagino que tenga una rutina sexual definida.
Eso seria insoportable…
-¡Vásquez!
No puedo creer
que lleve diez minutos viéndole las tetas a la secretaria.
-Ya puede
entrar…
-Gracias
La puerta sigue
cerrada. Esto es nuevo. Solo tengo que abrir la puerta. Seguramente la mujer ya
salió y no lo noté por culpa de Judith. Exactamente han pasado veintiocho
minutos, dejémoslo en treinta. ¿Y los cinco minutos de margen de error?
Definitivamente esto es nuevo. Parece que por fin ordenó las carpetas aunque… tenía
razón en que va a olvidar ese pequeño recibo. Sin embargo, es el pezón derecho.
-Siga
-Buenas tardes,
señor… ¿mamá?
Mis ojos van a
romperse.
-Hola, mi vida
-David, siéntese.
¿Cómo puedo
sentarme ahí? ¿Habrán limpiado la silla? No, un momento, aquí no ha pasado
nada. Por Dios, es mi mamá.
-¿Cómo te fue
hoy, Pipe?
-Bien…
No pienso
preguntar cómo les fue.
-¿Qué haces
aquí?
-Yo la llamé,
David. Quería discutir con ella su situación.
-No necesitamos
ninguna beca
-¿Cuál beca? ¿De
qué hablas?
-De nada… ¿Cuál
situación?
Primera opción
descartada.