jueves, 29 de septiembre de 2011

Ya pasaron quince minutos




Ya pasaron quince minutos. La secretaria revisa su infinidad de papeles revueltos en carpetas de colores. No parece estar pensando en nada, solo revuelve en un desorden sistemático, como una máquina. Por mi parte, solo me pregunto qué tipo de sujetador puede usar una mujer con tal carga por sostener. Tal vez utilice un corrector de espalda o algo similar, es realmente sorprendente. Esa debe ser la razón por la cual los papeles sobre su escritorio resultan inidentificables, las fechas deben ocultarse bajo sus enormes senos. Una vez que crea haber resuelto el orden de los documentos se topa con aquel olvidado recibo oculto bajo lo que debe ser su pezón izquierdo. Debe ser difícil lidiar con aquella voluptuosidad a los cincuenta y tantos. He llegado a pensar que una mujer arquetípica puede resumir las características de cada edad. Esta voluptuosa mujer podría decirnos mucho de la modernidad; llena de exuberancias, desesperada, desordenada, confundida, con unas tetas tan grandes que podrían alimentar a todo un mundo, sin embargo, están destinadas a aquellos pocos que puedan entenderla. Pensándolo bien, su edad le da un punto extra a la caracterización de la era a la que pertenece. Parece muy atareada para ser solo una secretaria. ¿Para qué quiere un rector a una secretaria? Tenemos una desenfrenada intención de despertar temprano para descubrir que no tenemos nada que hacer… Los horarios no deberían existir. Llega a ser molesta la necesidad de medirlo todo, desde los días hasta el sujetador de una secretaria. Ya pasaron veinte minutos… ¿en que estaba? Ya llevo mucho tiempo esperando, teniendo en cuenta que solo estoy aquí para esperar.

La puerta cerrada no me da muchas esperanzas. El rector siempre esta encerrado, no tiene una fama muy honrosa que digamos. He escuchado en varias ocasiones decir que hace arreglos para reducir los costos de la matricula. Institucionalmente lo llaman beca solidaria, popularmente lo llaman prostitución. Nunca he visto que esa puerta se abra y Martínez esté solo. Según lo usual entra la madre de familia cuyo hijo aplica a la beca, cierran la puerta y es todo: silencio absoluto. Media hora después de “papeleo” exhaustivo, la puerta se abre, la mujer sale y Martínez, que la acompaña hasta la puerta la toma de la mano y dice “tranquila, señora, después de este profundo análisis estoy seguro de que podré hacer algo”, la mujer agradece y se va. Lo he visto continuamente. Nunca me ha parecido un tipo sospechoso, siempre con esa sonrisa descansada. No puedo imaginar de dónde más puede provenir ese gesto si no es de su victoria incógnita. Cuando llegué la puerta estaba cerrada, así que siendo muy pesimista, diría que llevaba cinco minutos. Es extraño que seamos tan fanáticos de los múltiplos de cinco. Por supuesto, nunca va a ser preferido ante el diez ni mucho menos ante el dos que es definitiva y unánimemente el preferido de todos los números. Sin embargo, el tiempo es la excepción. Jamás diríamos que es la una y dos minutos, preferiríamos decir, sencillamente, que es la una. Tampoco son las once y trece minutos, son casi obligatoriamente, las once y quince (o –y cuarto en su defecto) No es nada difícil decir la hora exacta, aunque si es difícil entender por qué Martínez tarda treinta minutos exactos. No imagino que tenga una rutina sexual definida. Eso seria insoportable…

-¡Vásquez!

No puedo creer que lleve diez minutos viéndole las tetas a la secretaria.

-Ya puede entrar…
-Gracias

La puerta sigue cerrada. Esto es nuevo. Solo tengo que abrir la puerta. Seguramente la mujer ya salió y no lo noté por culpa de Judith. Exactamente han pasado veintiocho minutos, dejémoslo en treinta. ¿Y los cinco minutos de margen de error? Definitivamente esto es nuevo. Parece que por fin ordenó las carpetas aunque… tenía razón en que va a olvidar ese pequeño recibo. Sin embargo, es el pezón derecho. 

-Siga
-Buenas tardes, señor… ¿mamá?

Mis ojos van a romperse.

-Hola, mi vida
-David, siéntese.

¿Cómo puedo sentarme ahí? ¿Habrán limpiado la silla? No, un momento, aquí no ha pasado nada. Por Dios, es mi mamá.

-¿Cómo te fue hoy, Pipe?
-Bien…

No pienso preguntar cómo les fue.

-¿Qué haces aquí?
-Yo la llamé, David. Quería discutir con ella su situación.
-No necesitamos ninguna beca
-¿Cuál beca? ¿De qué hablas?
-De nada… ¿Cuál situación?

Primera opción descartada. 

martes, 27 de septiembre de 2011

I


-¿Te diste cuenta de eso?

-¿De qué?

-De que ya no estoy en el restaurante

Ella ríe un poco, desconcertada y me dice que sí, que estoy aquí.

-¿Pero de verdad te diste cuenta?

-¿Cómo así?

-Si, ya no estoy en el restaurante pero apenas hace un momento estaba a punto de gritar porque insistían en si el pedido era mixto con pollo o solo pasta con pollo. Pensaba que lo mejor era no volver, entregar mixto o solo pasta o pollo con lo que se les diera la gana. No aguantaba más la mueca de desconsuelo de los clientes al verme pasar al lado de ellos sin su limonada. Luego yo mismo me tomé un vaso y ahora resulta que estoy aquí, contigo, como si el mixto con pollo nunca hubiese pasado.

-¿Pero si lo serviste o no? – Ahora su mirada me entraña como supervisándome.

-No sé, seguro a alguien se lo serví tal cual mixto con pollo pero a otros les di carne. Un muchacho solo me pidió una fruta con carne asada y nada más. No lo podía cree, después de eso qué hacía. No me prepararon para un radicalismo de ese calibre.

-¿Entonces qué hiciste?

-Le insistí repetidamente que podía darle otra cosa, le barajé todas las posibilidades: más papa, más plátano, solo arroz, ensalada y arroz, papa y tomate, plátano y ensalada y quién sabe cuántas cosas más pero él se empeñaba en la carne sola. Estaba tan convencido que tuve que aceptar que no existía alternativa alguna y llevar el pedido. Cuando llegué a la cocina, la cocinera me miro con tal desconcierto que no se atrevía a poner la carne a asar.

Marie atina a llevarse el cigarrillo a la boca y escupir una bocanada de humo como si quisiera opacar la imagen de esa cocina que no conoce y la carne que ya nunca vería. Sin embargo, este humo se está revolviendo de manera extraña, separándose en pequeños círculos danzantes que brincan como chisporroteando y en medio de todos está su rostro y para ella el mío. Somos dos pedazos de carne.

-¿Y qué era lo que decías de no estar?

-No es nada. Me impresiona mucho que solo sea recuerdo. Ya casi no recuerdo la cara del muchacho de la carne.

-A mí me parece que sigues allá, San.
-Pero si estoy aquí.

-Pero estás allá. Llevas aquí ya un rato y todavía estas con lo del mixto con pollo. Ya hasta la cara la tienes como un pedazo de carne frita.


Un día tomamos las armas




Un día tomamos las armas y salimos a la calle. Nadie dijo nada, solo empezamos a caminar; unos llevaban bates, otros varillas, otros pistolas, otros cuchillos, algunos llevaban botellas con gasolina. Nadie dijo nada, solo estábamos ahí, íbamos todos juntos y de cada casa salía alguien más. No nos miraban por las ventanas, no esperaban que los arrastrara el furor, la marea de nuestros pasos, era una ruta y todos sabíamos por dónde ir. Caminamos y caminamos, atravesamos el cortante viento del invierno, ni un auto en circulación, las luces apagadas, todo era silencio salvo nuestros pies rebotando en el asfalto. Era claro que nos estaban viendo, siempre nos observaron, nunca se detuvieron. Nadie dijo nada, solo estábamos atentos, en cualquier momento nos encontraríamos pero no teníamos miedo. Al tocar el asfalto ya estábamos muertos, dejamos la vida en la cama, en la cocina, en las sombras de nuestras jaulas, en los brotes de musgo y amor que caen del cielorraso y crecen en la alfombra. Algo se movía bajo el suelo, nadie dijo nada, algunos cayeron, otros se alzaron en oleadas de fuego. 



Vámonos


Vámonos juntos, no a dormir, vámonos juntos a donde el mundo nos haga llorar, vámonos a donde la realidad pese tanto que no sea nuestra pero vámonos, juntos. Llévame, llévame de la mano o del pelo, llévame que yo te arrastro de los dedos, los que te quedan en las manos rotas de trabajar y teclear mundo y fantasía, cubiertas de sangre y colores desparramados. Vámonos juntos, allí lejos en el umbral. Vamos tú y yo en el frio del invierno en el infierno, sin tener vida ni nada más…




domingo, 25 de septiembre de 2011

Sino


Si no me hubieras prometido seguirme hasta la tumba, si no lo hubieras hecho no tendría que arrancar del suelo la tierra árida, no se me amoratarían las uñas, no me sofocaría la vigilia del sol, aquí abajo, donde el verano nos arrebató las estrellas. Velaríamos las nubes juntos, no comería rocas cada mañana, cada noche, no tropezaría con las raíces muertas de viejas vidas. ¿Cómo llegaste tan profundo? Si no hubiésemos jurado una y otra vez que nos perseguiríamos hasta el infinito, si no rayara el límite del mundo con el fin de tus días dejarían de sangrarme los dedos ya insensibles… el sabor a polvo, los ojos irritados... Seguiríamos el alba con la mirada y tocaríamos el aire con la boca. Si hubieras esperado, si lo hubieras hecho, si hubieras decidido seguir muerta en vida y no, en verdad, muerta. ¿Cuántos pasos hacia el infierno me cuestas? El aroma envolvente y tibio de las profundidades, ese aire de tu vientre… no me sangraría el alma. Si hubieras tenido paciencia, si me hubieras olvidado no tendría que cumplir tu promesa, no te buscaría en la tierra, te hallaría en la calle, en la tienda, en el café, en la casa, en mi cama. Si no hubiera caído no tendría que tocar la tapa de tu lecho, tocaríamos las hojas que caen, las gotas que golpean, me asomaría al balcón a esperarte. Si hubiesen resistido mas y no me hubieran dicho muerto antes de tiempo, si te hubieran mentido no vería tu rostro inerte, ya lejos, no tendría que cumplir mi promesa. Si no te amara tanto como para encontrarte no cubriría de tierra nuestro lecho, no te seguiría, como dije, hasta la tumba, no reviviría tu aliento en esta, la tuya y mía, ahora, nuestra sepultura.  

sábado, 24 de septiembre de 2011

No veo


Traigo otro de los frutos de mi bosque acompañado de la grandiosa obra que Gisela Sarmiento realizó tomando extractos del texto que esta debajo para hacer una película. No duden en dar click aquí para ver el resto de su trabajo,




Hace mucho que no me veo. Estoy ahogándome tras un velo de angustia incontrolable, con un aguijón enterrado en la columna, en el cráneo y con el vómito atascado en la garganta. Soy un aborto, una sombra, pero no estoy al margen ni en medio, ni en ninguna parte; soy la basura que no hay que molestarse en limpiar. Ahora conozco una ira nunca antes imaginada, una ira tempestuosa que arde, arde como un cigarrillo en la piel, conozco la imposibilidad de reconocer cualquier objeto, el sueño constante, los parpados pesados de tristeza, incertidumbre y tormento.

Poco a poco empieza a emerger mi juventud, la juventud de nuestra juventud -vida sin sueños y sin sentido- y me voy replegando en mi guarida como una serpiente herida. No queda mucha rebeldía en mis puños, no queda mucho destino ni transformación, se está abriendo el capullo de esta metamorfosis al paso de una bola hedionda de muerte y sudor coagulado. No existe la libertad en este mundo de publicistas, de deseos infinitos y baldosas rotas. Me veo obligado a recoger monedas del suelo como un pordiosero –sin poder ni saber serlo- y enseñárselas a la vidriera. Mi refugio del sol es la vergüenza.

Si algo de este mundo nuevo valiese un pedazo del vacío que deja el hambre sabría cómo pelear pero no encuentro, no veo, estoy ciego, demasiada ira, ira rabiosa punzante sombra. ¿Dónde están mis hermanos? Solo veo la tranquilidad en los ojos aún brillantes de la mujer que amo y se abre de colores fantásticos una cierta debilidad. No quiero cantarle a los muertos, tampoco a mis dioses, no quiero cantar a nada, no quiero verle los pliegues al césped, no sé dónde están mis pies. Solo quiero golpear, golpear con la fuerza reprimida de dos mil millones de años, fulminar con los ojos las fuerzas del tiempo y la voraz marca de la consciencia. ¿Qué vanidades hay en el umbral? Estúpido mundo de mierda, espero que algo algún día me divierta.

viernes, 23 de septiembre de 2011

De camino





Puesto en el bus,
Encapsulado en el carrusel,
Girando, voy girando,
Montando al dragón
Hasta que somos onda
Y bailamos una música;
Crepitar de olas y muerte,
Salvaje muerte
Levantando retoños;
Ondular en el aire;
Aire-agua, agua rota.

Mira mis escamas,
Míralas, reflejo de metal,
Agujas de calcio para romper la carne.
Voy girando
Entre los árboles, arremolinándome
Con los colores y los bordes
De la cueva más cálida.
Mira mis manos,
Míralas: se están derritiendo,
Los brazos de agua.

Algo se está rompiendo,
Fíjate,
Se están abriendo las alas,
Floreciendo los capullos.
Somos onda
Nadando en la tierra,
Patinando, negras las llantas,
Sobre el camino.
Si me dieran la voz
Podría saltar a columpiarme,
Correr por el pasillo
Gritando,
Mordiendo las cabezas.

Que viene la pared, que va,
Que viene la pared, que va,
Que viene la pared, la pared,
Que viene la pared, se va, viene,
La pared, la pared, la puerta, la pared,
El árbol, el poste, el carro, el
Viento, los cabellos, mira la pared:
Todo se fue,
Viene de nuevo,
Todo se fue.
Voy a encontrarme contigo, Gise.




Fotografía: "Notas musicales" por Emmanuel Alejo Mendigochea

El vino

Arranco y arranco con
Dolor innombrable,
Dolor nuestro, indecible,
Sanando con mi símbolo decadente.
Sacar del bolsillo la tinta seca,
El papel roto.

No es sino hasta el dolor,
No es sino hasta el llanto;
La sangre, la herida.
No es sino hasta la muerte;
El vino, la búsqueda,
Que hay melodía
Y versos de una poesía infinita,
Fuente trastocada
Con turbios ventarrones y peces evaporados.

Habrías desprendido motores aéreos
Y se habrían volcado turrones romeros,
En cascadas terribles,
Lluvia de cristales,
Vitrales de azúcar.
Levántame en oleadas de cabellos,
Una brasa azulada.




Alicia viste de negro







Con los ojos mustios,
En un rincón del bus, de pie,
Alicia tiene el pelo atado y
La mirada al revés.

Está aplastada por la gente,
Está atrapada en la puerta.
Toma sorbos de aire y se cierra la chaqueta.
Detrás de ella hay un joven
Con los pies torcidos,
La maleta en la boca,
Le salen cables de los oídos.

Alicia no puede moverse,
Se le está clavando un tubo en la pierna
Y el tipo insiste en recibir las vueltas.
No va a mirarle la cara,
Hay que despistar.
Aunque la incomode
Falta mucho para llegar.

Alicia se hace la indiferente
Por esta mala mañana
Tan llena de gente.
Si se hubiera levantado más temprano,
Si se hubiese dormido a buena hora,
Si no se le hubiera acabado la comida,
Si le hubiesen pagado a tiempo,
Si no hubiera llovido,
Si no faltara plata,
Si no hubiese nacido.

Le quitan la muerte en un brinco,
Abre los ojos y
Se encuentra con los de él;
-“Qué pena, perdón”-
El tipo sostiene un billete en la mano
Con que la tocó.
Alicia aprieta la boca y
Da la espalda otra vez.
Qué más da sino se puede correr.

Algunos dejan el bus.
El que está atrás suyo suspira,
Da un paso largo y se sienta.
No había podido verla bien y
Ella también lo mira.
Lo mira escribiendo y tuerce los ojos.
Él sabe que ella canta haciendo muecas,
Él sabe que todos los viernes viste de negro,
Él sabe que nunca toma ese bus,
Él sabe que ella no se sienta.
Sabe también que algo le duele,
Sabe que cuando sonríe esconde los dientes,
Sabe que tiene algo que hacer.
Ella se siente vieja.
Sabe que él sabe que no lo quiere ver.
Sabe que él sabe su nombre muy bien.



martes, 20 de septiembre de 2011

Jardín Universal


a Gisela Sarmiento, una flor de mi paraíso para ti.




“Si un hombre atravesara el Paraíso en un sueño, y le dieran una flor como prueba de que había estado allí, y si al despertar encontrara esa flor en su mano… ¿entonces, qué?” La pregunta misma por la realidad. La prueba del paraíso es una flor; esto es que los límites de nuestro universo tienen forma de flor. Borges arrancó la flor de Coleridge como símbolo de la universalidad: todos los libros son uno mismo, cada autor es un solo autor. En esta medida la historia de la literatura (y por extensión la obra de la humanidad) no tiene autores, sino extensiones. Esta clase de sentimiento es de cierta forma ensoñación, espíritu que fluye. Transgredir los límites de la imaginación y traer con nosotros la prueba de que el sueño del mundo es un lugar común: el padre Espinoza le pidió al indígena que se confesaba que trajese una única flor desde Santiago hasta Osorno para probarle que era capaz de practicar la magia.





Todos los paraísos rebosan de flores. Inclusive el paraíso de la ciencia, el mundo con sentido, está atrapado entre pétalos, la disposición de las hojas y los sépalos en espirales es una clara espiral dorada o proporción áurea: la mano de un dios en la geometría. Es difícil pensar en la brisa sin campos floridos o cabellos de amadas ondeando. La metáfora es clara; el amor y la primavera; el amor polinizado al que se le entregan flores: en los altares, para nuestra pareja, en nuestros ataúdes, todas esas formas del mismo sueño floreciente. Sin embargo, si despertásemos con la flor en la mano ¿qué flor sería? Caminemos por el jardín sagrado y agucemos el olfato. Más de 250000 especies –sin contar la dichosa metafísica- ¿cuál es el olor del cielo? No existe una única flor, por más divina que sea (Gabriel le trae lirios a la Rosa Mística). En ese caso, 250000 clases de paraíso, imaginando jardines monotemáticos. Son apenas palabras. Es bien claro que el nombre de esa flor es flor pero no es ninguna flor, sino un símbolo marchito. Si despertase del sueño tendría en mis manos un girasol para mí. Pero sé que mi amor tiene aroma de tulipanes. A lo mejor traicionaría al espíritu de la humanidad y a los terrenos de la imaginación pero, más allá de los lindes de la realidad, está el sueño despierto de regar mis plantas. Cultivarlas es también una forma de fluir en aquel rio incontenible de la vida, un espíritu más amplio. La muestra se hace patente cuando se abre brillante la corola y asoman maduros los pistilos. Para ese momento ya no existen las palabras pues es ya vida. Hace más de cinco mil años que empezamos a formar este jardín universal. Cuando la tomo de la tierra, despierto, y si despierto del sueño con la prueba de nuestro paraíso, no podría más que entregar este regalo a tus manos.

Catoblepas




Flotando soy testigo del ocre que se levanta con fuerza cataclísmica. Rompiendo el cristal emergen incontestables dunas que se esparcen por valles áridos. Descenderé a beber del tiempo sus granos secos. Un espejismo se arrastra pero no distingo la silueta, cual serpiente me deslizo y, gélidas las venas, sobrevivo. Rozo las ásperas barbas de aquel que a voluntad enceguece pues sus ojos blasfemos crecieron para nunca conocer color alguno más que el pútrido verde de la peste. Respira pesadamente y sofoca la vida… el veneno en mis fauces.

-Antonio... – dice con dolor
-Lejanos caminos, hermano, se lo han llevado ya. No es él quien acaricia tus heridas
-Respiras mi aliento sin morir, Antonio… Que la providencia te dio nuevo nombre.
-Yo, solo soy yo – silba la ponzoña entre mis labios.

Fotografía por Tronchitron
El fango se escurre en mis poros vibrantes de energía. Mis fauces abiertas, los colmillos brillando con sangrienta desesperación enterrados son en la carne por misericordia. Abandono un cadáver ahora bienaventurado bajo la tormenta de arena. Vuelto a la forma original camino a través de las dunas cansado, mi cabeza pesa. De nuevo, sobre mis ojos las motas resbalan, no azules sino naranja. Una polea en la lejanía, en el occidente, oscila a grandes revoluciones. Intranquilo devuelvo la sonrisa a la muerte pues entiendo el color del Apocalipsis. Tanta belleza, el último regalo. 

Una efigie se levanta y yo levanté mis venas abiertas, destilando agua. Luego de beber la criatura acercó su rostro carente de pupilas e inclinó la cabeza, confundido.

-¿A qué has venido?
-¿Quién eres, monstruo?
-¿Monstruo? Tu saliva mas que humedecer tu lengua habría de matarte, joven anciano, pues solo un dragón desteñiría el aire con su veneno.
-¿Quién eres?
-Mi nombre es Uriel, guardo los infiernos. La tierra estéril erosionó tan poderosamente que engendró vida y abrí mis muertos ojos al ardiente sol. Bendito el don con el que me castigaron pues fue piedad la que me relegó a las tinieblas. Solo un invidente se enfrentaría a los horrores del mundo que resguardo.
-Miles son las grietas de tu cuerpo, Uriel. Podría tocarte y serias derrumbado
-Miles los pliegues de tu piel, pobre hombre y la brisa vendrá a por ti...
-Quisiese entrar
-Estas dentro… y eres frágil, criatura. Aunque resistieses la mirada infame y te alimentases de su carne, nunca convendrías la indulgencia. Has viajado lejos con paciencia asesina. Nisiquiera ahora que entiendes que el cristal se compone de arena y rozaste las pieles milenarias de la bestia tienes derecho, humano, a escapar de mi reino. 


La vida de los demás


Ahora que estoy solo entiendo lo que significa pensar en la vida de los demás. Cuando caminas en la noche sin un propósito en la vida, con miedo y sin tiempo puedes preguntarte sobre el chico que cocina las pizzas en el restaurante o el que espera de pie toda la noche en un negocio vacío. Antes no, antes es parodia de literatura, es desdoblamiento ficticio. Ahora me lo puedo preguntar porque yo también estoy al filo de la perdición, porque soy un fantasma en la ciudad. Y todavía ellos atienden mi llamado, sirven mi mesa, qué lejos me encuentro de la muerte.

Ahora que me lo pregunto, me pregunto si son como yo, si están allí como yo estoy aquí y si podré estar donde ellos están. ¿Y luego qué, dónde nos hallaremos?  Si llego a ser uno de ellos, uno de ellos deberá dejar de ser como es y convertirse en mí, quizás. No sé si podremos compartir un espacio sin esta transformación. Pero no es que exista un número limitado de roles, es que sería insoportable para mi dejar un vacío en el universo. No es totalmente necesario que sepa cómo ser yo, porque yo también podría aprender a preparar una pizza.


Manos Encendidas



Se me encendieron las manos, chispa de bomba.
Llorar ácido y escupir fuego. 
Plantaría las semillas del caos, la revolución. Vuelan las paredes de su orden.


Caminar derecho, detonar sin miedo.

jueves, 15 de septiembre de 2011

Todas las noches corro



Todas las noches subo corriendo la loma para llegar a mi casa, cada noche. Un día empecé a hacerlo, de golpe, y desde entonces es una rutina, tal vez la única rutina verdadera que hay en mi vida. No he parado de preguntarme cada noche, mientras me ahogo, por qué tengo que correr para llegar. Se me ocurre que quizás debo bajar de peso, compensar el sedentarismo y a medida que avanzo, entre más me falta el aire, entiendo de a poco que si quiero perder peso, pero otro. Corro porque estoy huyendo. Al momento de llegar a la puerta vengo arrastrando el aire no solo por el cansancio sino por la derrota. Sé que eso significa el dolor en las costillas. No son los pulmones reventándose, sino las garras del perseguidor enterrándose en mi carne, el perseguidor que espera en la puerta. Todas las noches huyo pero no estoy escapando de las calles a mi casa, por el contrario, cruzar el umbral de la puerta es otra forma de echar el cerrojo a la jaula. Es el acto de correr en sí, el acto de escapar lo que me empuja. En esos cortos momentos mi acción, mis piernas, mis manos, mi aliento son la materialización de una metáfora. Entonces yo soy escape y la angustia se calma tanto y tan poco como para perder la fuerza y sentir un sueño rastrero, un sueño y un hambre que se asoman desde abajo.  

Circulo de Sal



"Rata" Callejera por Jaskier.
De repente ya no soy yo sino que me estoy viendo de lejos… como tan extraño. Estoy flotando en un mar muy amplio pero muy oscuro. Me sabe la boca a humo y los ojos me saben a sal. Si se piensa que la sal purifica es porque a eso saben las lágrimas; circulo ritual donde se llama a los dioses y se puede ser puro. Tengo un problema serio con la vida misma, con la vida esta. No estoy seguro de que ningún camino me aleje del dolor, del caos, de la rabia, de la soledad. Pero ¿qué otra cosa? ¿Qué más hago?

¿Si uno no es artista entonces qué?
Quiero tener amigos, quiero tener a donde ir para irme, declararle la guerra al mundo, a la soberana ley y desaparecer y reaparecer correteando en las calles como una rata, sin temores, sin destino y sin hogar. Quiero raspar chispas y que se queme el cielo, le lloverá candela a las ciudades.

Si tuviera voz, si tuviera manos u ojos para escaparme a vivir en el margen. ¿Cómo se escapa si se tiene solo la mente, un sinfín de argumentos? Ni pies ni voluntad, sin rumbo…