martes, 27 de septiembre de 2011

Un día tomamos las armas




Un día tomamos las armas y salimos a la calle. Nadie dijo nada, solo empezamos a caminar; unos llevaban bates, otros varillas, otros pistolas, otros cuchillos, algunos llevaban botellas con gasolina. Nadie dijo nada, solo estábamos ahí, íbamos todos juntos y de cada casa salía alguien más. No nos miraban por las ventanas, no esperaban que los arrastrara el furor, la marea de nuestros pasos, era una ruta y todos sabíamos por dónde ir. Caminamos y caminamos, atravesamos el cortante viento del invierno, ni un auto en circulación, las luces apagadas, todo era silencio salvo nuestros pies rebotando en el asfalto. Era claro que nos estaban viendo, siempre nos observaron, nunca se detuvieron. Nadie dijo nada, solo estábamos atentos, en cualquier momento nos encontraríamos pero no teníamos miedo. Al tocar el asfalto ya estábamos muertos, dejamos la vida en la cama, en la cocina, en las sombras de nuestras jaulas, en los brotes de musgo y amor que caen del cielorraso y crecen en la alfombra. Algo se movía bajo el suelo, nadie dijo nada, algunos cayeron, otros se alzaron en oleadas de fuego. 



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