jueves, 29 de septiembre de 2011

Ya pasaron quince minutos




Ya pasaron quince minutos. La secretaria revisa su infinidad de papeles revueltos en carpetas de colores. No parece estar pensando en nada, solo revuelve en un desorden sistemático, como una máquina. Por mi parte, solo me pregunto qué tipo de sujetador puede usar una mujer con tal carga por sostener. Tal vez utilice un corrector de espalda o algo similar, es realmente sorprendente. Esa debe ser la razón por la cual los papeles sobre su escritorio resultan inidentificables, las fechas deben ocultarse bajo sus enormes senos. Una vez que crea haber resuelto el orden de los documentos se topa con aquel olvidado recibo oculto bajo lo que debe ser su pezón izquierdo. Debe ser difícil lidiar con aquella voluptuosidad a los cincuenta y tantos. He llegado a pensar que una mujer arquetípica puede resumir las características de cada edad. Esta voluptuosa mujer podría decirnos mucho de la modernidad; llena de exuberancias, desesperada, desordenada, confundida, con unas tetas tan grandes que podrían alimentar a todo un mundo, sin embargo, están destinadas a aquellos pocos que puedan entenderla. Pensándolo bien, su edad le da un punto extra a la caracterización de la era a la que pertenece. Parece muy atareada para ser solo una secretaria. ¿Para qué quiere un rector a una secretaria? Tenemos una desenfrenada intención de despertar temprano para descubrir que no tenemos nada que hacer… Los horarios no deberían existir. Llega a ser molesta la necesidad de medirlo todo, desde los días hasta el sujetador de una secretaria. Ya pasaron veinte minutos… ¿en que estaba? Ya llevo mucho tiempo esperando, teniendo en cuenta que solo estoy aquí para esperar.

La puerta cerrada no me da muchas esperanzas. El rector siempre esta encerrado, no tiene una fama muy honrosa que digamos. He escuchado en varias ocasiones decir que hace arreglos para reducir los costos de la matricula. Institucionalmente lo llaman beca solidaria, popularmente lo llaman prostitución. Nunca he visto que esa puerta se abra y Martínez esté solo. Según lo usual entra la madre de familia cuyo hijo aplica a la beca, cierran la puerta y es todo: silencio absoluto. Media hora después de “papeleo” exhaustivo, la puerta se abre, la mujer sale y Martínez, que la acompaña hasta la puerta la toma de la mano y dice “tranquila, señora, después de este profundo análisis estoy seguro de que podré hacer algo”, la mujer agradece y se va. Lo he visto continuamente. Nunca me ha parecido un tipo sospechoso, siempre con esa sonrisa descansada. No puedo imaginar de dónde más puede provenir ese gesto si no es de su victoria incógnita. Cuando llegué la puerta estaba cerrada, así que siendo muy pesimista, diría que llevaba cinco minutos. Es extraño que seamos tan fanáticos de los múltiplos de cinco. Por supuesto, nunca va a ser preferido ante el diez ni mucho menos ante el dos que es definitiva y unánimemente el preferido de todos los números. Sin embargo, el tiempo es la excepción. Jamás diríamos que es la una y dos minutos, preferiríamos decir, sencillamente, que es la una. Tampoco son las once y trece minutos, son casi obligatoriamente, las once y quince (o –y cuarto en su defecto) No es nada difícil decir la hora exacta, aunque si es difícil entender por qué Martínez tarda treinta minutos exactos. No imagino que tenga una rutina sexual definida. Eso seria insoportable…

-¡Vásquez!

No puedo creer que lleve diez minutos viéndole las tetas a la secretaria.

-Ya puede entrar…
-Gracias

La puerta sigue cerrada. Esto es nuevo. Solo tengo que abrir la puerta. Seguramente la mujer ya salió y no lo noté por culpa de Judith. Exactamente han pasado veintiocho minutos, dejémoslo en treinta. ¿Y los cinco minutos de margen de error? Definitivamente esto es nuevo. Parece que por fin ordenó las carpetas aunque… tenía razón en que va a olvidar ese pequeño recibo. Sin embargo, es el pezón derecho. 

-Siga
-Buenas tardes, señor… ¿mamá?

Mis ojos van a romperse.

-Hola, mi vida
-David, siéntese.

¿Cómo puedo sentarme ahí? ¿Habrán limpiado la silla? No, un momento, aquí no ha pasado nada. Por Dios, es mi mamá.

-¿Cómo te fue hoy, Pipe?
-Bien…

No pienso preguntar cómo les fue.

-¿Qué haces aquí?
-Yo la llamé, David. Quería discutir con ella su situación.
-No necesitamos ninguna beca
-¿Cuál beca? ¿De qué hablas?
-De nada… ¿Cuál situación?

Primera opción descartada. 

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