a Gisela Sarmiento, una flor de mi paraíso para ti.
“Si un hombre
atravesara el Paraíso en un sueño, y le dieran una flor como prueba de que
había estado allí, y si al despertar encontrara esa flor en su mano… ¿entonces,
qué?” La pregunta misma por la realidad. La prueba del paraíso es una flor;
esto es que los límites de nuestro universo tienen forma de flor. Borges
arrancó la flor de Coleridge como símbolo de la universalidad: todos los libros
son uno mismo, cada autor es un solo autor. En esta medida la historia de la
literatura (y por extensión la obra de la humanidad) no tiene autores, sino
extensiones. Esta clase de sentimiento es de cierta forma ensoñación, espíritu
que fluye. Transgredir los límites de la imaginación y traer con nosotros la
prueba de que el sueño del mundo es un lugar común: el padre Espinoza le pidió
al indígena que se confesaba que trajese una única flor desde Santiago hasta
Osorno para probarle que era capaz de practicar la magia.
Todos los
paraísos rebosan de flores. Inclusive el paraíso de la ciencia, el mundo con
sentido, está atrapado entre pétalos, la disposición de las hojas y los sépalos
en espirales es una clara espiral dorada o proporción áurea: la mano de un dios
en la geometría. Es difícil pensar en la brisa sin campos floridos o cabellos
de amadas ondeando. La metáfora es clara; el amor y la primavera; el amor
polinizado al que se le entregan flores: en los altares, para nuestra pareja,
en nuestros ataúdes, todas esas formas del mismo sueño floreciente. Sin
embargo, si despertásemos con la flor en la mano ¿qué flor sería? Caminemos por
el jardín sagrado y agucemos el olfato. Más de 250000 especies –sin contar la
dichosa metafísica- ¿cuál es el olor del cielo? No existe una única flor, por
más divina que sea (Gabriel le trae lirios a la Rosa Mística). En ese caso,
250000 clases de paraíso, imaginando jardines monotemáticos. Son apenas
palabras. Es bien claro que el nombre de esa flor es flor pero no es ninguna
flor, sino un símbolo marchito. Si despertase del sueño tendría en mis manos un
girasol para mí. Pero sé que mi amor tiene aroma de tulipanes. A lo mejor
traicionaría al espíritu de la humanidad y a los terrenos de la imaginación
pero, más allá de los lindes de la realidad, está el sueño despierto de regar
mis plantas. Cultivarlas es también una forma de fluir en aquel rio
incontenible de la vida, un espíritu más amplio. La muestra se hace patente
cuando se abre brillante la corola y asoman maduros los pistilos. Para ese
momento ya no existen las palabras pues es ya vida. Hace más de cinco mil años
que empezamos a formar este jardín universal. Cuando la tomo de la tierra,
despierto, y si despierto del sueño con la prueba de nuestro paraíso, no podría
más que entregar este regalo a tus manos.
Te amo! : )
ResponderEliminar